Sucesión, un impuesto invisible.



El impuesto de sucesiones ha capitalizado recientemente una parte del debate político. Se ha discutido si era demasiado o demasiado poco, si comparativamente es injusto que en Cataluña se pague más que en otras zonas de España o si había que suprimirlo para heredar bienes o dinero sin gastos. Todo con el debate de fondo de si la herencia tiene sentido éticamente o no, debido a que heredar significa recibir unos bienes y dinero -por el solo hecho de ser familiar- fruto del trabajo de terceras personas.

Y mientras estos ingredientes alimentan el debate, el último informe de Oxfam Intermón nos demuestra que el verdadero impuesto de sucesiones es altísimo, invisible e implacable. El verdadero impuesto de sucesiones no afecta a la vivienda, al patrimonio o la tierra. El verdadero impuesto de sucesiones es que mayoritariamente heredamos las mismas oportunidades que han tenido nuestros padres. Esto se agrava especialmente ahora, después de la crisis. Y esta herencia no está grabada económicamente, pero marca con tinta invisible las cartas del futuro de cada uno.

En España la mitad de los hijos de padres sin la educación secundaria postobligatoria repetirán la formación de sus padres. Esta probabilidad es 10 veces superior que en Alemania o 23 veces superior que en Francia. En cambio, el 70% de hijos de universitarios serán universitarios. El abandono escolar es 41 veces superior en el 20% más pobre que en el 20% más rico. Y a los del 20% más pobre que después de este cribado consigan finalmente un título, no los abandonará la herencia. Mientras los más ricos tendrán más oportunidades y eso les permitirá conseguir un empleo más fácilmente, al resto les permitirá sólo conseguir el título. Un título que en muchos casos sólo les dará el acceso a un trabajo de poco valor añadido. Eso sí, con una sobre cualificación impresionante. Cada vez más, el futuro de cada uno depende más de donde nace que de su talento o esfuerzo.

Esta sobre cualificación, dicho de paso, facilitará empujar a quienes antes ocupaban este trabajo al paro, con muy pocas posibilidades de conseguir otro empleo.

Todo esto es lo que el informe "Desigualdad 0 - Igualdad de oportunidades 1" de Oxfam Intermón nos presenta y sustenta en datos, a las puertas de la cumbre de Davos.

A esto hay que añadir que tanto a escala española como a escala global sigue creciendo la brecha entre pobres y ricos. La crisis en nuestro supuso un descenso importante del porcentaje de riqueza en manos del 50% más pobre (4 puntos porcentuales) y un incremento considerable en el 10% más rico (8 puntos porcentuales). Por otra parte, la recuperación no ha hecho variar prácticamente el porcentaje en el 50% más pobre y, por tanto, el índice de inequidad se ha incrementado mucho en este periodo.

Para redondear los datos, en la misma ciudad de Barcelona el barrio donde nazcas marca también la esperanza de vida con diferencias que pueden llegar hasta 11 años.

Cada vez hay más consenso que esta desigualdad no favorece ni la economía ni la recuperación y corroe nuestras sociedades. Pero los gobiernos no se ponen suficientemente las pilas para combatir la desigualdad. Y este punto es más problemático que el hecho de que crezca la desigualdad, porque las soluciones reales al problema están a este nivel.

Los factores correctores que a escala mundial están permitiendo luchar más contra la desigualdad son unos servicios públicos de calidad, lo que llaman el estado del bienestar y quizás deberíamos decir el estado de los derechos. Y a pesar de que esto es una evidencia, las inercias hacia la privatización de estos servicios son más fuertes que las voluntades de fortalecer los servicios públicos. Y para fortalecer estos servicios públicos necesitamos gobiernos decididos y responsables. Y unos impuestos que lo permitan. Impuestos progresivos más altos sobre las personas y las empresas más ricas, además de una lucha intensa contra el fraude fiscal. Si no tenemos impuestos progresivos y transparentes, los impuestos invisibles pasan siempre factura. Y la pasan siempre sobre los que tienen menos.

En las próximas elecciones habrá que ver qué partidos son capaces de poner esto en la primera página de su programa. Y será bueno, sobre todo, que cada uno de nosotros lo miremos y lo exijamos.

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