Sandeces estivales sobre manteros, menores y refugiados

Artículo publicado originalmente en Catalunya Plural el 5 de septiembre.

El último jueves de agosto tuvo lugar una sesión de control en el Congreso de los Diputados sobre el tema del Open Arms. No os recomiendo que os la miréis si no deseáis perder los nervios.

Los rescates en alta mar, y los obstáculos que ponen todos los estados europeos para dejar desembarcar las personas rescatadas, ha sido uno de los temas del verano. Los veranos son propicios para estos temas. Manteros, menores no acompañados y migrantes rescatados son diversas caras de un mismo prisma del que acabo escribiendo algún artículo cada verano, saturado de escuchar estupideces.

Son temas recurrentes. Y alrededor de los cuales se genera polémica, se dicen espectaculares sandeces, se arrojan sentencias, información y valoraciones que no aguantarían ningún análisis serio. Son afirmaciones hechas desde convicciones y emociones que a menudo tienen más que ver con los miedos de cada uno que con la realidad.

Sigue siendo inconcebible que pensemos que los manteros son la amenaza al comercio o que los menores sean un problema de seguridad. Con papel y lápiz, y haciendo cuatro números con datos comparativos, se desmonta rápidamente tanto la inseguridad como la amenaza. Y es que las verdaderas amenazas al comercio están en la red, en la «nube» más que en una "manta" en el suelo.

Es inconcebible que pongamos en duda salvar vidas. Sólo una mente enferma puede poner en duda salvar una vida humana. Y sólo la estupidez puede negar la legalidad y la ética de hechos que son una de las cosas más bien legisladas en el mar.

Por tanto, el debate tiene poco sentido en sí mismo. Y es que desgraciadamente el debate no tiene nada que ver con ellos. No tiene nada que ver con las personas. No sabemos nada de quiénes son y cuáles son las razones de ninguna de las personas que había en los barcos. Ignoramos todo sobre los menores que hay en nuestro país, porque hasta hace poco no sabíamos ni que existían. Y casi nadie, aunque resultaría sencillo, ha hablado ni conoce de verdad a un mantero.

Es la misma fragilidad de todos estos colectivos, su indefensión, su alegalidad, la que les vuelve tan vulnerables, y así les convertimos en objetos sobre los que se juegan batallas que nada tienen que ver con ellos. No nos engañemos.
No tiene nada que ver con ellos porque realmente es una lucha política a altos niveles en Europa que se hace sin razones ni argumentación. Les tiene a ellos como campo de batalla donde toda la munición es emocional, de miedos atávicos, y hecha con el estómago y no con la cabeza.

La ofensiva sobre los manteros tiene (y ha tenido siempre) más de lucha de partidos para desgastar a los demás partidos, que de verdadera preocupación por el comercio o de preocupación por solucionar su situación (que dicho sea de paso, no depende a menudo de ninguno de ellos). Siempre ha sido así.

El debate sobre la inseguridad y la acogida de los menores es un instrumento de la extrema derecha para estar presente y ganar adeptos con los argumentos simplistas y estereotipados de siempre. Es, por tanto, una lucha inmoral y sufren las consecuencias personas que difícilmente se pueden defender. Sólo el conocimiento nos hará libres.

Sólo acercarndonos a estas personas y sus mantas,
     sólo conociendo quién está en los barcos y sus historias,
        sólo compartiendo tiempo (y algo más) con un menor,
sólo eso, nos servirá para ser conscientes de la estupidez de caer en la trampa de "tertuliear" injustamente sobre un colectivo sin darnos cuenta de que somos títeres de la estrategia de personas a las que no les preocupan en absoluto estas personas. Y que tienen otras ambiciones y objetivos aún más poco nobles que su estrategia.

Pensemos en y con ellos, acerquémonos a ellos y escuchémosles. Una encuesta de Oxfam Intermón hace unos meses demostraba que, contrariamente a lo que parece lógico, quien más en contacto está con estos colectivos es quien más a favor está de que estén en nuestro país.

Ahora que acaba el verano estaría bien que abordáramos el tema migratorio y en serio de una vez por todas y que el verano próximo no ocurra otra vez lo mismo. Ya os garantizo que el debate del último jueves de agosto tiene poco que ver con un debate serio sobre migraciones. Y tiene mucho que ver con instrumentalizar una vez más la vulnerabilidad de un colectivo para conseguir un puñado de votos más en unas elecciones que, a estas alturas, parecen desgraciadamente inevitables.


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