La epidémia que lo cambió todo,... y nos permitió dar un paso al frente (2ª parte)

Este artículo es la segunda parte de esta serie. Si no has leido la primera, te aconsejo que lo hagas antes de leer esta. La primera parte la teneis aquí: "La epidémia que lo cambió todo ... y nos hizo retroceder".

Evidentemente todo el mundo recuerda aquel mes de marzo y abril. Han quedado en la memoria. La enfermedad no ha desaparecido, pero tiene cifras residuales, a pesar de seguir muriendo algunas personas. Pero no deja de ser un breve en las páginas interiores de los diarios. Nada es igual, pero todo ha vuelto a una cierta normalidad. No del todo porque costó recuperarse de aquella mortandad masiva pero la situación de emergencia, afortunadamente, ha desaparecido.

Las últimas semanas marcaron un giro en todo el episodio. El confinamiento en casa, despedidas a conocidos que no se pudieron hacer, millones de pequeños gestos solidarios, compartir en los balcones canciones o aplausos, y más cosas que ahora me dejo, fueron poniendo los cimientos del giro que hizo la situación.

El gobierno, superado, seguía manejando la situación como podía, sin entender que la ciudadanía había hecho un clic. Los discursos vacíos, los militares en las ruedas de prensa y las iniciativas públicas de recogida de fondos y copago para pagar servicios públicos, terminaron de calentar el caldo de cultivo.

Ilustración de Eulàlia Llopart
Empezaron a surgir voces que criticaban abiertamente decisiones, impunidades y abusos. Los autónomos, abandonados también pusieron más leña al fuego.

La gente, a pesar de criticarlo, dio masivamente dinero para que los hospitales siguieran funcionando, para que los abuelos tuvieran el mínimo en las residencias y para que los pisos de niños tutelados pudieran ser desinfectados y tuvieran el monitoreo que correspondía. Recuerdo la primera mujer que hizo un vídeo critico mientras cosía mascarillas explicando indignada que lo hacía porque era necesario, pero que no olvidaba que el responsable de todo ello no era el coronavirus, sino el sistema.

Y un buen día no se sabe cómo, después de los aplausos a los sanitarios, se comenzó con las caceroladas al gobierno. Y empezaron a salir una lista de demandas ciudadanas que exigían la elaboración de unos presupuestos para preservar la sanidad y la educación pública. Se exigió también al gobierno que terminada la crisis devolviese todo el dinero que había dado la ciudadanía, porque eran un préstamo y no una donación. El grito "es un préstamo, no una donación" se apoderó de las caceroladas mientras se tejían aún más, redes de apoyo mutuo de proximidad.

Y el gobierno fue reaccionando poco a poco. Desaparecieron los militares y sus sandeces de las ruedas de prensa a petición de la ciudadanía. Se hizo una legalización expres a la mayoría de migrantes sin papeles para atender hospitales, residencias y trabajo de cuidados en general.
Las últimas ruedas de prensa tenían otro tono. Humildad, proximidad, lenguaje familiar, pocas exigencias, conciliación, escucha activa. La oposición quedó aún más sobrepasada que el propio gobierno especialmente cuando se descubrió todo el entramado de fakenews que habían generado durante la crisis.

El gobierno organizó videoconferencias con muchos actores sociales para recoger inquietudes y demandas directamente. Al inicio costó, pero con el tiempo se estructuraron mecanismos eficientes para hacer llegar demandas. Los sistemas participativos fueron cambiando los partidos. Los ciudadanos ahora habían encontrado canales efectivos para hacer llegar lo que hacía falta. Y se recuperó la ilusión por el trabajo de proximidad porque las estructuras locales y virtuales permitían hacer llegar las demandas con eficiencia.

El congreso y el parlamento recortaron el gasto y el número de diputados. Se hicieron leyes que regulaban la participación política para asegurar que era realmente un servicio y no un modus vivendi.

En el último consejo de ministros de la crisis se aprobó el retorno de todo el dinero que la ciudadanía había dado. El retorno lo financiaron a regañadientes los bancos que habían recibido las ayudas hace unos años.

El gobierno entendió que, si llegaba otra crisis y quería una respuesta ciudadana igual, era necesario que la ciudadanía tuviera la confianza de que todo lo que era excepcional se revertiría. Y así también  se fueron revocando las leyes restrictivasy se establecieron mecanismos más maduros para tratar próximas crisis.

Pasado unos meses se constató que la estructura del ejército no respondía a los peligros reales que tenemos. Se pedía la desaparición, pero se quedó en un plan de reducción drástica de armamento y de personal para adaptarlo a la realidad. Un presupuesto muy limitado permitió liberar fondos para la sanidad y la investigación.

Las vueltas a la calle, aunque fueron un lunes, fueron progresivas. Las escuelas tardaron un poco más y mucha gente siguió haciendo teletrabajo y ya nunca lo dejaría de hacer. Las relaciones comerciales con las tiendas del entorno también habían cambiado y había muchos más vínculos y apoyos para hacer comercio de proximidad. Se reanudaron los conciertos, el teatro y toda la cultura. Salieron muchos libros nuevos que tenían como base el cambio de mentalidad ciudadana y el cuidado de todos.

Las entidades sociales, seguían apoyando a las personas vulnerables, pero menos, porque las redes ciudadanas también lo hacían.

Cuando llegó la pandemia a África y América Latina, hubo una gran respuesta y ayuda porque la gente sabía de primera mano que significaba la epidemia, y hubo mucha solidaridad. Y se reanudó con fuerza la agenda internacional que añadió al cambio climático, la necesidad de una gobernanza mundial al servicio de las mayorías.
Ilustración de Eulàlia Llopart

En el trabajo, todo era más pausado y se había aprendido sin darse cuenta a hacer menos reuniones y más operativas. En la mayoría de lugares se acordó una reducción de sueldo y horas que permitía que todo el mundo pudiera seguir trabajando, pero al mismo tiempo que tuvieran tiempo para estar con los suyos. Se terminó regulando la jornada de 35 h. y la renta mínima. Y para no olvidar aquella primavera de 2020, se instituyó que los viernes por la tarde se dedicarían a tareas del barrio o el pueblo, a fin de que nadie quedara atrás. Todas las dinámicas habían cambiado.

Los centros de salud tenían menos visitas porque, para cuidar los recursos, la gente lo usaba sólo cuando realmente era necesario.

La gente sonreía por la calle al verse libre de la mascarilla. Se recuperaron muchas fiestas familiares.
La escuela también giró como un calcetín. Se incorporaron los institutos y escuelas algunas de las iniciativas sociales como la de acompañar o llamar abuelos porque no estuvieran solos. Se mejoró todo el trabajo telemático y se desarrollaron herramientas de aprendizaje más actualizadas. Se introdujo asignaturas de organización popular y solidaridad como mecanismo de defensa de país.
Ilustración de Eulàlia Llopart

Los cuerpos de seguridad hicieron una depuración de aquellos que habían aprovechado la situación para excederse contra algunos ciudadanos y premiaron alos que habian tenido actuaciones heroicas de verdad.

Todo había cambiado un poco. En las casas, los abuelos y abuelas estaban más presentes, nadie quería que otro episodio se los llevara sin haberse dicho antes todo lo que se querían decir.

Perdimos mucha gente querida aquellos días, pero decidimos colectivamente que si volvía otra pandemia, necesitábamos tener una sociedad diferente, unos servicios públicos más fuertes y adaptados a los verdaderos peligros y demandas, y una ciudadanía más capaz todavía de llegar allí donde el estado no podía en momentos de crisis.

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