Cincuenta y seis motivos para la esperanza

Hace cinco años comenzó una pesadilla. La guerra ha sido la culpable de que amigos y familiares perdieran la vida violenta y repentinamente. Y de tener que tomar muchas decisiones difíciles, sin ninguna garantía y en poco tiempo. Marchar toda la familia o sólo unos cuantos porque no hay suficiente dinero o porque alguien tenía que mantener el negocio. Bloqueos, incomunicación y no saber nada unos de otros. Miedo. Caminatas. Estancias larguísimas a campos de refugiados. Decisiones aún más difíciles al abandonar los campos y caminar hacia Europa. Fronteras y mafias. El mar, una lancha inequívocamente insegura y un pasaje inmoralmente caro. Voluntarios que los reciben en la playa y que son la primera cara amable en mucho tiempo. Pero era un espejismo. Vuelven los problemas. Campos militarizados de refugiados. Dos años pendientes que te den permiso para quedarte o te echen gracias al acuerdo con Turquía. Y malviviendo en condiciones precarias.

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