Un concierto inclusivo

Soy poco melómano. En general conozco muy poca música. Hoy he ido a un concierto de violonchelos. 21 violonchelos y un piano. No ha sido un concierto muy largo. No he escuchado una obra de música espectacular, pero la orquesta sonaba muy bien.
Hasta aquí, no hay nada demasiado especial, pero había algo que llamaba la atención y era parecido a todos los músicos: la atención a la directora y la cara de concentración. Caras especialmente concentradas y especialmente atentas.

Y desde la platea esta concentración y atención resulta emotivamente cautivadora porque a vuela pluma te permite captar que los artistas son especialmente diferentes y diversos.
Diversos en edades, había desde niñas 3 años hasta jóvenes de más de 20 aunque todo el mundo con la misma atención y concentración. La edad no establecía diferencias en la atención y la concentración. Sólo las medidas de los violonchelos señalaban esta diversidad y plásticamente daban la imagen de foto de familia

Diversos en las nacionalidades. Los rasgos de los rostros reflejaban más de una nacionalidad. Pero las caras, las expresiones y el lenguaje no verbal reflejaban otras cosas.

Diversos en capacidades. Es fácil distinguir una chica con Sd. de Down. Llama la atención una joven con parálisis cerebral que mueve las manos y los dedos con aparente dificultad pero con decisión y acierto. Una mirada más detallada permite darse cuenta de que hay niños con autismo o ver un audífono discreto en alguna oreja que nos dice que esa artista es sorda.

Las piezas las anuncia ordenada y tranquilamente algún miembro de la propia orquesta. Sin prisas. Alternativamente una u otra. La directora tiene aparentemente poco protagonismo. Las piezas suenan absolutamente armónicas. No todo el mundo toca lo mismo, pero cada uno el mundo tiene su rol. Alguna madre o padre colabora con el concierto con tareas de apoyo.

Cuando uno escucha esta orquesta de violonchelos de Manlleu, siente que la música es sólo un componente más de todo lo que comunica el espectáculo. No sabría definir como todos los sentidos vibran al son de las notas del violonchelo y uno entiende y escucha-sin querer-mucho más que no sólo música.

Si uno tiene la suerte de ver el concierto desde detrás de las bambalinas, verá Eulalia Subirà, la directora, como dirige la orquesta. No se espere una actitud similar a la de directores como los del concierto de Viena. La directora también "abraza" un “celo” como el resto de componentes. Porque lo abrazan más que lo tocan.

La directora tiene contacto visual con los ojos, las manos, el arco, el celo y la boca con todos y todas las artistas. Pero no un contacto cualquiera, verla es un espectáculo. Uno tiene el convencimiento de que en su cabeza están todos y cada uno de los que tocan y lo que tocan. Los mira, canta las notas con la boca personalizadas en cada momento para alguien en concreto. Mueve el arco, que a la vez toca notas y dirige personas. Hipnotiza desde un niño de 3 años hasta una de más de 20 porque todo el mundo esté atento. Es evidente que lo gestiona todo, y el resultado del grupo está por encima del talento individual. Es más, los talentos individuales tienen sentido por el resultado del grupo. No hay protagonismos. Ni la de la virtuosa, ni la del discapacitado, ni la de la chica que da soporte a la que tiene parálisis cerebral. Todos viven su normalidad en el concierto y en el grupo.

Al final del concierto, la directora ha dejado escoger al público una de las piezas a repetir. La otra la ha escogido ella. En voz baja y sin darle aparentemente importancia ha dicho: "Repetimos "Oh Susanna "porque es la pieza donde puede intervenir todas". Las personas están por encima del resultado, pero no a costa del resultado. Este es el mérito impresionante de esta orquesta.

Al momento tienes la sensación de estar viendo algo realmente especial! Esta orquesta hace de la música algo más que una experiencia musical.

Con un hacha en las manos, un leñador corta árboles con destreza. Es precioso ver los golpes precisos de un leñador sobre el árbol y como saltan astillas casi perfectas. Es un ejercicio plástico maravilloso. En las manos de un aficionado, aquel utensilio que el leñador convierte en arte, sólo da golpes sin demasiado sentido en la madera e incluso uno puede acabar haciéndose daño.
Y hay unos terceros que, a pesar de que un hacha esté hecha para cortar árboles, son capaces de utilizarla con un don sobrenatural para convertir un tronco en una escultura, o en una obra de arte, haciendo sacar de la madera lo que nadie sospechaba que escondía.

Con Eulalia Subirà, uno tiene la sensación de que usa el arco y el violonchelo como usa el hacha, un escultor. Es decir, sobrepasa con creces la utilidad para la que fue concebida. Eulalia y esta orquesta de Manlleu, hacen mucho más que música. Transmiten mucho más que música. Y hacen que los músicos sean mucho más que músicos.

Aquí la inclusión no es un ejercicio de frases y metas. ¡Es una realidad vivida con naturalidad, sin esfuerzos ni gestos contrahechos!

Si puedes, si tiene la ocasión ves a escucharlos, observalos, deja que te cautiven todos los sentidos y luego me dices si experimentas algo parecido a lo que os cuento.

¡Es una ventana de aire fresco, un breve concierto así!
 Gracias Eulalia y gracias a los 21 violonchelos que hicisteis vibrar mis sentidos más allá del movimiento armónico de mis tímpanos.


Sant Pere de Torelló (Catalunya). 8 de Junio 2014 Encuentro de Espai21

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