Pistas para hablar sobre los refugiados en las cenas de Navidad



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Son fiestas de Navidad. Fiestas de comilonas y largas sobremesas con família o con amigos. Las cenas y comidas de estos días son lo más parecido al Debate
sobre el Estado de la Nación. Entre viandas, regalos y turrones, se desata la opinión de los distintos miembros de la familia, o los amigos, y nos sentimos en la obligación de opinar todos sobre todo. Si, como es previsible, se pone sobre la mesa la cuestión de los refugiados, a continuación proponemos algunos elementos útiles para la conversación.

Siempre hay un familiar que es un trozo de pan, y su forma de ver el asunto es que tiene espacio libre en casa y que ha pensado en acogerlos. O que quiere enviar mantas y prendas de abrigo a los lugares por donde pasan las personas que huyen de la guerra. Es positiva y comprensible la ansiedad asistencial que nos sale a todos por hacer lo que podemos, pero la buena voluntad hay que canalizarla bien. No es tan fácil meter a una familia en casa: tanto ellos como nosotros tenemos derecho a la intimidad y a tener un hogar propio. Tampoco están resultando útiles los envíos de material indiscriminado a las personas que llegan a Europa buscando refugio.

Si de verdad queremos ser solidarios es mucho mejor apoyar con nuestro dinero –lo poco o mucho que cada persona o familia pueda- a entidades que trabajan eficazmente para evitar que las personas se vean obligadas a emigrar, para mejorar las condiciones en los países de tránsito o para que tengan una acogida digna en los países de destino.

Aunque el problema nos estremece ahora porque han llegado a Europa, hace muchos años que en el mundo hay refugiadas y refugiados. Deberíamos responder con cabeza, este año, el pasado y el siguiente, haya o no refugiados en nuestras playas y fronteras. Lo mejor para los propios refugiados es que no tengan que venir. Y para eso, nada mejor que presionar a los gobiernos para que resuelvan conflictos en lugar de encenderlos más.
No faltará tampoco,- siempre hay alguien-, que con ánimo de provocar o porque es más amigo ‘del orden’, apelará a la idea de que esto es una invasión, que estas personas que vienen se cargarán nuestros valores, nuestra cultura y nuestras tradiciones, al estilo de François Hollande o del Arzobispo de Valencia.

Ante este argumento, las imágenes que a menudo vemos en los medios nos serán lamentablemente de gran ayuda. ¿De qué valores estamos hablando? ¿Los de maltratar a inocentes que huyen de la guerra? ¿Los de no facilitar asilo en embajadas de manera que la gente tiene que arriesgar su vida y ponerse en manos de las mafias para huir? ¿La de suprimir el dispositivo de rescate en el Mediterráneo y permitir la muerte de 4.000 personas solo en 2015? Nuestro país, como casi todos, ha firmado protocolos internacionales que nos obligan a dar refugio. Eso sin olvidar que de alguna forma los países europeos hemos contribuido a los conflictos que hoy desangran Oriente Medio (por ejemplo, mediante la venta de armas). Y deben cumplirlo.
Y la palabra invasión… invasión, invasión… No sería el caso. Las personas que están llegando representan el 0,2% de la población europea, y además vienen sin nada encima, hundidas psicológica y moralmente por el horror que han visto y vivido.

Con la conversación ya más apasionada, puede que surja otro tema al que conviene poder dar respuesta: “están permitiendo la entrada de terroristas como los de Paris”. Llegados a este punto la respuesta debe ser contundente. Los refugiados no son terroristas, sino que huyen justamente de los terroristas, de los atentados terroristas que se cometen casi a diario en sus países, de su violencia y su radicalismo. Además, es importante destacar que los refugiados que cruzan Europa han tenido que deshacerse de casi todo a lo largo del camino (o se lo han robado). Y no llevan armas: es importante saber que pasan controles en cada frontera que cruzan. Es cierto que después del atentado de París se dijo que habían encontrado un pasaporte sirio de uno de los terroristas que había hecho la misma ruta que los refugiados. Después se vio que era un pasaporte falso. Los terroristas, gente con recursos y organización, no llegan andando. Llegan en avión.

Con los tópicos ya resueltos pueden llegar algunos asuntos más peliagudos a la conversación. El efecto llamada sería uno. Lo mejor para responder a esto es remitirse a los hechos. Las personas que buscan asilo en  Europa huyendo de un conflicto no vienen por el efecto llamada sino por el efecto huida. No se trata de modificar las condiciones de llegada, sino de evitar las condiciones que provocan la huida. Estamos en una crisis donde el efecto llamada tiene poca o ninguna relevancia. Una razón más para poner la vista y los esfuerzos en solucionar las causas que originan la migración.

Hay unas cuantas preguntas que pueden surgir en este punto y para las que resulta útil tener algunos datos:

  • Hay 60 millones de personas desplazadas en el mundo. 8 de cada 10 viven en países en desarrollo. Líbano tiene en su territorio 1 refugiado por cada 4 habitantes, muy lejos de la proporción que ha llegado a Europa este 2015.
  • Mientras 8 de cada 10 personas que llegan a Europa provienen de un conflicto, la misma proporción de desplazados en el mundo lo son por causas económicas y no cuentan con recursos para llegar a Europa.
  • La mayor parte de los desplazados sirios están dentro de Siria: son unos 6 millones. Otros 4 millones han emigrado a otros países. La mayoría están en Líbano, Jordania o Turquía. Muy lejos de los 17.000 que ha aceptado España.

Y si en algún momento se produce ese inevitable silencio, es la ocasión para darnos un baño de realidad sobre la situación en España. Mientras nuestros gobernantes marean la perdiz hablando de los 17.000 que vamos a acoger, hasta hoy solo hemos acogido a 12 personas (la mayoría viene de Eritrea). Y mientras tanto mantenemos cerrada a toda costa la frontera sur donde también hay personas sirias, aun a costa de vulnerar los derechos humanos, la legislación internacional y los mínimos principios de humanidad

“¿Y qué hay que hacer? ¿Dejarlos pasar a todos? ¡Es insostenible! Yo entiendo la política del Ministro del Interior y las devoluciones en caliente”, dirá alguien. Aquí ya tienes derecho a enfadarte un poco. Además de que es intolerable, ilegal y reprobable lo que obligan a hacer a la Guardia Civil en Ceuta y Melilla, este es un tema de humanidad. Todos somos personas. Todos tenemos unos derechos mínimos por el solo hecho de serlo. Si alguien no los tiene, tiene todo el derecho a buscarlos donde pueda. Y mientras haya alguien en el mundo que no los tenga, los que sí disfrutamos de derechos mínimos tenemos la obligación de hacer todo aquello que esté en nuestras manos para  que los recuperen, no por generosidad o solidaridad, sino por justicia.

En algún momento tendremos que retomar la comida y cambiar de tema. Pero no sólo habremos resuelto dudas y dilemas, sino que con un poco de suerte habremos hecho pensar a la familia, a los amigos, habremos abierto horizontes. Y con un poco más de suerte, esta Navidad habrá sido diferente. Nos habremos acercado todos un poco más a la esencia de esta fiesta: la humanidad.


Y ya que es Navidad os recomiendo un post i un video relacionado con este. Es mi belen sobre refugiados:
Mi visión de esta Navidad. Jesús nace en un campo de refugiados:
TEXTO  i VIDEO  



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